martes, 26 de junio de 2012

Despoblación y repoblación rural

Alvaro Carrasco, presidente del Desarrollo para la Montaña Palentina, ofrece en la revista ambiente un interesante artículo acerca de la despoblación y repoblaciones rurales, la cual dejamos íntegra en el blog para compartirla con todos vosotros.


Cuando nos acercamos a la realidad de los territorios rurales de la España despoblada, podemos percibir que, junto con la falta de población y la aparente pobreza, nos encontramos con espacios ricos, muchos de ellos en zonas de montaña, que albergan recursos de extraordinaria importancia para el conjunto del país, tanto en calidad como en cantidad; patrimonio del conjunto de la sociedad.
Más allá de las muestras físicas de la historia y su valor sentimental como herencia de nuestros antepasados; la arquitectura rural, las iglesias o las obras públicas, son las muestras visibles del conocimiento acumulado como consecuencia de la adaptación de la vida cotidiana de los pueblos a las condiciones naturales y específicas de cada territorio, lo que Jaime Izquierdo llama el libro de instrucciones del territorio al que se refiere cuando escribe sobre las culturas agrosilvopastorales o el manejo del territorio. Las culturas rurales, origen de nosotros mismos como individuos y colectivos humanos, contienen los elementos más importantes de nuestro conocimiento como civilización.
Se mantienen aún los vestigios de esas culturas que tuve la suerte de conocer cuando decidí cambiar de vida a principios de los años 80. Formas de vida a punto de desaparecer, que conservan el conocimiento ancestral del manejo y la gestión del espacio vital en el que se desenvuelve la vida de esas poblaciones; la gestión del territorio y el manejo de las zonas y las estaciones para los cultivos o el ganado; la vida alrededor de los ciclos naturales, el conocimiento práctico recibido de sus antepasados desde tiempo inmemorial. El resultado de ese modelo de gestión es la rica biodiversidad recibida, material con el que se han construido los más ricos ecosistemas y espacios naturales y culturales de este país, verdaderas joyas de nuestro patrimonio.
“Modernización” insostenible
A cambio, algunas políticas, como las agrarias, con el fetiche de la llamada “modernización”, modificaron esos sistemas productivos sostenibles, generando modelos de gestión y estrategias que a la postre han resultado insostenibles, imponiendo el modelo agro-industrial dependiente como pensamiento único, causante, al menos en parte, de las consecuencias ambientales y demográficas que hoy padecemos. La “modernización”, que busca la máxima productividad con menos mano de obra, es la causa principal del abandono en los territorios que se han quedado al margen de ese modelo, como son las comarcas de montaña y las denominadas zonas desfavorecidas, expulsando gran parte de la población de esos espacios.
La cara visible de esas políticas son los enormes vacíos demográficos de nuestro país, situados principalmente en territorios de montaña del interior de la Península, Castilla y León, Castilla la Mancha y Aragón principalmente. Comarcas marcadas por un declive demográfico cercano al abandono, donde el modelo de gestión agroambiental ha propiciado explotaciones más grandes que generan menos empleo, menos vecinos y más maquinaria, cuya gestión se puede hacer desde las ciudades o poblaciones intermedias y cuyo futuro, a falta de sucesión familiar, apunta a la gran empresa agrícola.
Las culturas rurales, origen de nosotros mismos como individuos y colectivos humanos, contienen los elementos más importantes de nuestro conocimiento como civilización. Foto: Álvaro López.
También las políticas económicas y de servicios influyeron de forma notable en esta situación, generando los desequilibrios que hoy observamos, acumulando enormes inversiones en las ciudades que han generando un monstruo difícil de manejar en situaciones de crisis como la actual, provocando en el medio rural un significativo descenso de la demanda de bienes y servicios, tanto del sector público como privado.
La consecuencia, un éxodo rural que fue masivo y selectivo y que afectó, sobre todo, a los jóvenes y a las mujeres mejor preparados, dejando un paisaje demográfico de despoblamiento y masculinización, provocando un círculo vicioso que hasta el momento mantiene esa perversa dinámica que legitima unos niveles muy bajos de prestación de servicios aplicando los criterios de inversión per cápita, que contradicen las orientaciones de algunas leyes bienintencionadas de nuestro país, como la Ley de Agricultura de Montaña y zonas desfavorecidas del año 82 o la reciente Ley de Desarrollo sostenible del medio rural de 2007.
Jaime izquierdo define muy bien la situación en el artículo “desarrollo rural en zonas de montaña” (2005):
“Las culturas de los pueblos de montaña, maltrechas, desprovistas de consideración social, indefinidas, privadas de un proceso de legitimización que las hubiera respaldado para convertirse en modos culturales de respeto fueron paulatinamente alteradas por otras novedades culturales y por la aparición de nuevas oportunidades para el desarrollo económico derivadas de la modernización industrial y la intensificación ganadera y agrícola. Además, carentes ya, en muchos aspectos, de las pautas de comportamiento que las integraban en el territorio, nunca gozaron de la estima necesaria, de la atención y de las condiciones favorables que les hubieran permitido evolucionar hasta convertirse en formas culturales solventes. El siglo XX habría de ser testigo pues de su paulatina y lenta decadencia hasta llevarla, a los albores del siglo XXI, al borde de la extinción.”
¿Existe otra forma de plantear la sostenibilidad? Luis Camarero, de forma muy acertada plantea otro tipo de sostenibilidad, la sostenibilidad social.” Muchas de las zonas rurales no tendrían mayor problema para desarrollar proyectos de desarrollo sostenible tanto ambientalmente como económicamente en una escala local. Sin embargo, en la mayoría de las zonas, a pesar de ese potencial, observamos que los jóvenes siguen saliendo de las áreas rurales. ¿Y por qué lo hacen? Lo hacen porque el paisaje social resulta en ciertamente medida “hostil”. Es más cuando, se les pregunta a los jóvenes, éstos dicen que no lo harían, pero finalmente lo suelen hacer”
Pero estas situaciones de declive demográfico tienen además de las consecuencias descritas, beneficiarios; sobre las primeras, por visibles y evidentes lo sabemos todo o casi todo, pero me gustaría incorporar un elemento que considero esencial y del que se habla poco, la pérdida del control sobre sus recursos por parte de la población. En primer lugar por la dependencia institucional, la carencia de autonomía económica y por la consecuente pérdida de peso e influencia política que las hace cada vez más dependientes de decisiones que se toman en otros ámbitos, económicos y administrativos, fuera del mundo rural y que favorecen otros intereses, que muchas veces no son coincidentes con su sostenibilidad ni con la necesidad de fortalecer sus poblaciones, si no al contrario.
A escala local, los responsables políticos de las Instituciones rurales, alcaldes, concejales o diputados, son elegidos por las direcciones de sus partidos para ir en las listas electorales y carecen de la autonomía y fortaleza institucional necesarias para cambiar, o al menos adaptar a las necesidades reales de sus Municipios, las grandes decisiones políticas que les afectan.
El concepto de territorio y su gestión
Creo que es significativo que hasta la Ley de 2007, no ha habido en la reciente historia de España, política rural, y por lo que parece, en lo que llevamos de aplicación de la Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural, no la habrá o al menos no parece que haya voluntad de aplicarla. No termina de arraigar en la visión de la política rural el concepto de territorio a pesar del reconocimiento por las Instituciones del éxito de las sucesivas versiones de Leader y PRODER durante los últimos 20 años; un tema tan importante para la aplicación de esa Ley como es la delimitación de los territorios se está haciendo con criterios que, a veces, destruyen con la Ley el trabajo realizado por los Grupos de Acción Local durante décadas.
La “modernización”, que busca la máxima productividad con menos mano de obra, es la causa principal del abandono en los territorios que se han quedado al margen de ese modelo, como son las comarcas de montaña y las denominadas zonas desfavorecidas. Foto: Álvaro López.
Las políticas actuales no se aplican en los territorios de forma integral, sino de forma aislada, municipio por municipio o de forma sectorial y genérica, sin tener en cuenta las especificidades de los espacios rurales y sus características tal y como se define en los intentos legislativos a los que hacía referencia más arriba. Como sucedáneo de esta falta de políticas han actuado los programas de Desarrollo Rural, aplicados mediante las Iniciativas Leader y Proder, financiadas por la UE, que han tenido la virtud de poner de manifiesto los problemas y una buena parte de las soluciones, pero éstas no están en manos de los Grupos de Acción Local si no que requieren precisamente de la aplicación de políticas específicas y voluntad de aplicarlas desde los gobiernos.
Es precisamente esa experiencia acumulada la que nos indica el camino: políticas territoriales participadas por la población, capaces de generar soluciones a la medida de las necesidades locales y la implicación responsable de la población.
Un hecho que puede parecer engañosamente anecdótico ( y hasta divertido) ilustra bastante bien hasta qué punto las zonas rurales han padecido las políticas públicas, en este caso las energéticas. Recurro de nuevo a mi experiencia personal (disculpas por ello). En Alba de los Cardaños, mi pueblo durante 10 años, afectado, como el resto de pueblos del valle por la política hidráulica, no tuvo suministro eléctrico hasta principios de los ochenta. Contaba para la iluminación doméstica con un pequeño generador movido por un motor diesel que los vecinos gestionábamos por turnos semanales para un precario suministro de cuatro o cinco horas diarias, todo ello a quinientos metros en línea recta de una central hidroeléctrica, construida en los años 30, que exportaba su energía al sistema eléctrico del país.
Hoy, son otros los intereses económicos dispuestos a continuar explotando estos recursos y desde el medio rural lo seguimos viendo con preocupación porque se inscriben en la misma lógica, tienen los mismos aliados que antaño, generan los desequilibrios que hoy observamos y ponen en riesgo la conservación de otros recursos, como los vinculados al patrimonio de los que dependen sectores económicos como el turismo. La explotación de los recursos forestales o los mineros, los hidráulicos y más recientemente la energía eólica o el fraking continúan siendo una amenaza para la sostenibilidad. Para desarrollar este modelo la población es un estorbo que solo es posible contrarrestar si existen en los territorios poblaciones dinámicas y un tejido social vivo y organizado.
Esta lógica de cuanto peor, mejor o cuantos menos seamos a más tocamos, que se siente amenazada por la competencia y tiene sus raíces en la memoria histórica de la escasez, se contagia a las debilitadas sociedades de la España despoblada y al minifundismo administrativo imperante. La escasez de población transforma el interés público en privado; los intereses vecinales, antes sujetos a la normas ancestrales de gestión del territorio y la convivencia, desaparecen y pasan a ser individuales porque los pocos que vamos quedando en los pueblos nos beneficiamos de forma directa de esa situación.
Pongamos ejemplos. En muchas zonas de montaña la “modernización” inspirada por la PAC ha propiciado un modelo de reducción del número de explotaciones, que en la práctica supone una explotación ganadera por pueblo, cuya eficiencia económica es indiscutible pero tiene un precio, es incompatible, en la práctica, con otras alternativas de instalación de jóvenes con otros modelos de gestión ganadera, de carácter cooperativo y más valor añadido, que en la situación actual podría ser una opción de empleo para muchos jóvenes de estas comarcas que ya no encuentran trabajo en las ciudades. Ocurre lo mismo con otros sectores, como el energético o el minero o forestal donde la falta de dinamismo social hace prevalecer los intereses privados exteriores sobre el interés público local.
Los intentos de legislar a los que me refería anteriormente, reconocen la vinculación entre población y conservación y la necesidad de crear las condiciones para mantener las poblaciones en las zonas rurales. Le Ley de Agricultura de Montaña del 82, en su artículo 1, “La presente Ley tiene por objeto el establecimiento de un régimen jurídico especial para las zonas de agricultura de montaña con el fin de posibilitar su desarrollo social y económico, especialmente en sus aspectos agrarios, manteniendo un nivel demográfico adecuado y atendiendo a la conservación y restauración del medio físico, como hábitat de sus poblaciones”.
También la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural de 2007, en su preámbulo incide en esta idea, “La importancia actual del medio rural en España, que integra al 20 por ciento de la población, que se elevaría hasta el 35 por ciento si se incluyen las zonas periurbanas y afecta al 90 por ciento del territorio, y el hecho de que en este inmenso territorio rural se encuentran la totalidad de nuestros recursos naturales y una parte significativa de nuestro patrimonio cultural, así como las nuevas tendencias observadas en la localización de la actividad económica y residencial, confieren a este medio una relevancia mayor de la concedida en nuestra historia reciente” “En cuanto a su contenido, la Ley persigue la mejora de la situación socioeconómica de la población de las zonas rurales y el acceso a unos servicios públicos suficientes y de calidad. En particular, se concede una atención preferente a las mujeres y los jóvenes, de los cuales depende en gran medida el futuro del medio rural.”
En la mayoría de las zonas observamos que los jóvenes siguen saliendo de las áreas rurales. ¿Y por qué lo hacen? Lo hacen porque el paisaje social resulta en ciertamente medida “hostil”. Foto: Álvaro López
Así pues, tenemos dos problemas, la concentración de la población en las ciudades, que resulta cara y difícil de manejar en tiempos de crisis como los actuales y el vaciamiento de amplias áreas del país, también de difícil manejo para la conservación de recursos naturales y evitar catástrofes ambientales. Sin gente en los pueblos que gestione estos enormes espacios no es posible hacer frente a su conservación. Hay que romper con la perversa dinámica que legitima la rebaja de ciudadanía que supone el recorte en los servicios en el medio rural basados en los costes per cápita, siguiendo exclusivamente criterios de rentabilidad económica que no tienen en cuenta los costes ambientales a largo plazo que tienen esas políticas y cuyos efectos visibles son, entre otros, los incendios forestales o la invasión de algunas especies.
Lo consecuente en relación a las políticas creo que debe estar más cerca del concepto de sostenibilidad social que maneja Luis Camarero y en las conclusiones del estudio “La población rural en España. De los desequilibrios a la sosteniblidad.” Publicada por la obra social de La Caixa. Estas son algunas de las conclusiones a las que nos ha llevado el estudio, pero quizás la más importante de todas sea el convencimiento de variar nuestra lógica de plantear los problemas, si y sólo si pensamos en un desarrollo socialmente sostenible, podremos pensar en un desarrollo económicamente sostenible, y tal vez de esa forma incluso podamos abordar la sostenibilidad ambiental. El edificio del desarrollo lo hemos comenzado al revés, como en el Mundo Feliz de Huxley, hemos pensado en un lugar perfecto, tan perfecto, que por ello mismo no podían ser humanos quienes lo habitaran. Y aquí reside el peligro, en que muchas de las propuestas de desarrollo que se diseñan, no son conscientes de lo que piden, la renuncia del sujeto, renuncia no por la colectividad, sino por el simple crecimiento económico. En ese punto es donde nos tenemos que situar y en esa línea. Antes de realizar propuestas concretas tal vez sea bueno comenzar preguntándonos: por qué pedimos un mayor esfuerzo vital a las poblaciones rurales que a las urbanas.”
LA REPOBLACIÓN. ¿UNA ALTERNATIVA?
Situados ante el problema de la despoblación o vaciamiento de extensas áreas rurales del estado español, sus impactos en los territorios rurales afectados por las amenazas que suponen para la sostenibilidad de sus ecosistemas humanos y la conservación de recursos esenciales para el conjunto de la sociedad, es necesario ver las políticas que han influido en esta situación o las que se deben aplicar para cambiarla; tiene interés acercarse a los movimientos migratorios y específicamente los que tienen que ver con la repoblación de estos espacios desde la perspectiva y la experiencia de los últimos veinte años de desarrollo rural, así como sus referentes históricos. También a la observación de otros modelos residenciales que se han consolidado en las últimas décadas y que tienen mucho interés ante la perspectiva de los cambios en curso.
La Golosa Libélula es la marca de repostería de Belen de Blas. Exterior de su casa, donde tiene el obrador. Foto: Álvaro Carrasco
La población vinculada
Comenzando por éstos, cabría referirse a la población vinculada. Se trata de personas y familias que mantienen una residencia temporal por periodos de diversa duración y de forma permanente, que mantienen la propiedad o su segunda residencia, por lazos familiares o afectivos, que se mantienen a lo largo del tiempo. No conozco si alguna investigación ha evaluado su impacto económico y social en las zonas rurales, pero creo que es evidente, por visible, ya que lo vivo personalmente y también por algunas opiniones que considero relevantes, como la del profesor Valentín Cabero, decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca, que incluye el término “ocupación temporal del territorio” como factor positivo para el medio rural la influencia de ese segmento de población, opinión que naturalmente comparto. En primer lugar, porque vinculan su círculo de relaciones al pueblo o la zona rural donde se ubica, lo que genera nuevas oportunidades de nuevos residentes o vínculos económicos, incrementando la ratio de ocupación temporal al que me refería. En segundo lugar, porque supone actividad económica para el territorio, mantenimiento de la vivienda, alimentación y servicios en general y por último porque contribuyen de una forma decisiva a posicionar, en mayor o menor medida, los territorios en el contexto general del país. Consecuentemente, los municipios de estos territorios deben prestar una mayor atención a este sector de población, manteniendo canales de información constante, que las nuevas tecnologías facilitan extraordinariamente, otorgando a éstos títulos de vecindad simbólicos que incentiven ese papel de “representantes” del territorio.
Los nuevos vecinos. Quienes son, qué buscan, qué aportan
Los ideales de vuelta a los valores naturales que han impregnado las sociedades europeas, que nacieron con fuerza en los años 60, vinculados a la “contracultura” y al movimiento hippie en Estados Unidos, contra la guerra del Vietnam y los producidos en Europa, especialmente en Francia a lo largo de los años 70, vinculados con aspiraciones como la vuelta a vida natural, como contraposición al sistema capitalista, identificados con mayo del 68, que muchos jóvenes materializaron con la vuelta al campo, a los orígenes, influyen, aún hoy en nuestra conciencia colectiva.
Una buena parte de los nuevos vecinos que durante décadas pasadas han llegado a nuestros pueblos son los que desde muchos ámbitos se han denominado “neorrurales” Joan Nogué y Font del departamento de geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, utiliza la siguiente definición: “son neorrurales todos los individuos, sin discriminación de sexo o edad, viviendo en pareja, solos o en comunidad, que por una decisión voluntaria han abandonado su medio social, profesional y residencial, para ejercer de forma exclusiva o no, actividades agropastoriles o artesanales en zonas rurales”, definición que considero muy restrictiva y en cierto modo, estigmatizante. Para muchas personas neorrural se asimila a hippie.
La realidad sociológica de los nuevos vecinos es muy diversa y no cabe en esta definición. ¿Podemos llamar neorrural al joven urbano que se va a vivir a un pueblo y se dedica al diseño gráfico? ¿O a la arquitecta que decide poner su estudio en una zona rural?; ¿Cómo llamamos a éstos? Yo los llamo, como a cualquier vecino de un pueblo, vecinos, de la misma manera que se llama vecino a alguien que se traslada del medio rural a Madrid y no neourbano, además en Madrid adquieres esa condición al día siguiente de estar allí. ¿Damos por hecho que lo normal es que la gente de los pueblos se traslade a las ciudades, y etiquetamos al que decide fijar su residencia en un pueblo? Posteriormente, en los 80, como consecuencia de la reconversión industrial, se produjeron movimientos hacia el mundo rural, entre los valores filosóficos, del cambio de vida, la ocupación de pueblos abandonados y la búsqueda de alternativas económicas vinculadas a la producción agrícola, ganadera o artesanal, en todo caso, sensibles a la conservación y a la cultura rural.
En las últimas décadas es mucho más diverso el espectro social que busca una alternativa vital a la insatisfactoria, para muchas personas, vida en las ciudades, valorando, por encima de los aspectos económicos, la calidad de vida, el paisaje, las montañas, el rechazo del estrés urbano de su anterior vida, del estilo de vida centrado en la sacralización del consumo, del exceso de horas dedicadas al trabajo y a los largos desplazamientos que restan tiempo a la vida familiar, la alternativa vital en el medio rural. Resulta indispensable, además de las motivaciones descritas, la búsqueda de entornos sociales donde las relaciones humanas sean fluidas, situación que algunos territorios tienen por diferentes motivos, ya sea por lo que evocan o porque se han ido construyendo realidades sociales a partir de iniciativas de desarrollo territorial diversas, como es el caso de la Montaña Palentina y el sur de Cantabria, que conozco personalmente. Muchos de los profesionales que participaron en ellos de forma temporal realizando trabajos temporales de formación, restauración o conservación del medio ambiente, entre otros, han acabado instalándose de forma definitiva en esas comarcas lo que ha generado el tejido social favorable al que me refería.
Albergue rural Peña Pintada, en un pueblo de la sierra de Madrid. Pertenece a un madrileño, que abandonó la capital y a una holandesa. Foto: Álvaro López.
Un factor muy importante a tener en cuenta cuando hablamos de la instalación de nuevos vecinos en el medio rural es la posibilidad de deslocalizar la actividad profesional o el trabajo que venían desarrollando en la ciudad, que cada vez con más frecuencia, nos encontramos en muchos de estos proyectos de instalación. Esto es posible por la cada vez más amplia cobertura de internet en las zonas rurales, de forma que podemos decir que la implantación de internet en éstas tiene tanta importancia para su presente y futuro como en su día lo tuvieron las carreteras. Debo valorar la importancia que han tenido en los proyectos desarrollados por los programas de desarrollo rural, Leader y Proder los emprendedores de origen urbano. La capacidad de innovación y el valor demostrativo que constituyen la piedra angular de estos programas, no hubiera tenido tanto impacto de no ser por alguno de los proyectos desarrollados por estas personas que con su capacidad de emprender y la asunción de los riesgos que supone poner en marcha una actividad innovadora, han prestado un servicio muy importante para visualizar actividades estratégicas para el futuro de muchos territorios.
La creación de marcas y redes de comercialización de productos turísticos, agroalimentarios o artesanales, la conversión del patrimonio en factor de empleo o la influencia en acciones de conservación ambiental, han permitido conocer, y a la postre conservar y poner en valor, los recursos de estos territorios, posicionando en los mercados los productos generados por estas iniciativas. Asimismo, quiero referirme a las tendencias que se vienen produciendo los últimos años protagonizadas por movimientos o colectivos de naturaleza urbana que plantean actuaciones de recuperación de la tierra para la creación de huertos colectivos ,iniciativas que intentan auto gestionar la alimentación como alternativa a la comida industrial, creando cooperativas que producen, distribuyen y consumen alimentos en un proceso unitario y autogestionario que genera una conciencia de vuelta a la tierra, planteando, de forma puntual, la instalación en algunas pequeñas poblaciones rurales. Creo que hay que prestar atención a estos movimientos porque recogen las aspiraciones de muchos jóvenes que ya no ven salidas a su vida en las ciudades y se plantean muy seriamente una alternativa vital digna en el medio rural. Quizás a medio camino estén aquellos que regresan a la casa familiar en el pueblo e intentan desarrollar un proyecto para buscarse la vida, que motivado por la crisis, se produce en los últimos años.
También a nivel europeo se observan movimientos de vuelta al campo. En Francia, se están creando redes de pueblos y zonas rurales donde jóvenes muy formados, procedentes de las grandes ciudades, han decidido que otra vida es posible, crean cooperativas y asociaciones y ponen en marcha servicios que desaparecieron por la despoblación y que ya no se prestaban, con la complicidad de la población local. Muchos son los ejemplos que están surgiendo en los últimos años que han tenido eco en los medios de comunicación, por lo que considero que son tendencias a observar como oportunidades para el medio rural que, en épocas de crisis como las actuales, requieren sentido de la anticipación para aprovechar éstas de forma positiva en las comarcas del estado español con problemas de despoblación.
Abraza la Tierra
Es una alianza de territorios despoblados a través de sus Grupos de Acción Local para dar un paso más en el objetivo estratégico de mantenimiento de la población en sus respectivos territorios, desarrollando, con carácter experimental, estrategias para el apoyo a la instalación de emprendedores urbanos en esos territorios. La repoblación como alternativa. Han participado en él 15 Grupos de Acción Local de Castilla y León, Castilla la Mancha, Aragón, Comunidad de Madrid y Cantabria. Abraza la Tierra tutela la instalación de personas o familias procedentes de zonas urbanas mediante una red de oficinas de acogida en cada uno de los territorios participantes. Su puesta en marcha se produce, de forma experimental, en el año 2004 cuando se definieron entre los grupos participantes, los objetivos como proyecto de cooperación en el marco del Programa Leader y PRODER. Esta red de oficinas de acogida trata de cumplir varios objetivos, en primer lugar, intermedia entre la oferta de recursos disponibles en desuso de los territorios y las demandas de personas con proyectos de vida en el mundo rural, constituyéndose, asimismo, como observatorio de buenas prácticas para la transferencia de los resultados y metodologías de acogida, entre los territorios participantes y creando una estructura de coordinación y comunicación permanente mediante encuentros físicos y a través de la web.
Este proyecto ha impulsado varias medidas de acompañamiento, en primer lugar, la puesta en marcha de una serie de actividades encaminadas conocer la realidad y las causas profundas de la despoblación, el desarrollo de una metodología común de acogida de nuevos vecinos en los territorios y la elaboración de un manual de buenas prácticas de acogida en los mismos, así como la formación de los recursos humanos encargados de la gestión de las oficinas de acogida. Asimismo se han realizado estudios específicos, mediante encuentros entre los Grupos, sobre la Política Agrícola, la vivienda y o la fiscalidad, entre otros, tratando de buscar alternativas y realizar propuestas ante las instituciones para favorecer los procesos de asentamientos de nuevos vecinos. Abraza la tierra es un referente único en España como dispositivo de apoyo a la instalación de emprendedores urbanos en el medio rural. En junio de 2010 se constituyó como Fundación para dar continuidad al proyecto fuera del marco de los fondos de desarrollo rural.
Miles de personas se ponen en contacto con el proyecto, un número menor deciden acercarse a un territorio concreto una vez que toman la decisión, en función de la información recibida. La oficina de acogida del territorio pone a disposición de los interesados los recursos disponibles, así como la de red contactos, personales e institucionales. La persona encargada de la misma acompaña a los emprendedores a ver, in situ éstos, locales, terrenos, etc., facilitando el aterrizaje social de los emprendedores. Son casi 10 años de experiencia acumulada que deben servir para dar un paso más, la aplicación de un programa público de acompañamiento e instalación de emprendedores en el medio rural. Una alternativa de empleo y revitalización de los territorios rurales despoblados para aprovechar recursos disponibles en la actualidad que podría contar con instrumentos públicos ya existentes, como la Ley de Desarrollo Sostenible de Medio Rural y el apoyo de los territorios a través de los Grupos de Acción Local. Por último, quiero reflejar la opinión de dos vecinas de pueblos de la provincia de Palencia en relación con los motivos para trasladar su residencia de la ciudad al medio rural, su percepción de la vida y las relaciones en su pueblo y su visión sobre el futuro del medio rural. Creo que sus opiniones son significativas porque reflejan muy bien las motivaciones, intereses, dificultades y esperanza para un mundo rural vivo.
SÍ. UNA ALTERNATIVA. CÓMO LO VEN LAS NUEVAS VECINAS
Belén de Blas, una emprendedora urbana de 34 años, con raíces rurales que ha puesto en marcha un negocio de repostería en el pueblo de su madre, en la provincia de Palencia.
“En la decisión de instalarme en el pueblo han influido los recuerdos familiares la imagen de tranquilidad, el ritmo pausado, el convencimiento de que aquí vivían mejor que yo en la ciudad, el ver llegar las estaciones…; pero en mi caso sobre todo el huir de la ciudad, el tener mi casa, mi patio, mi vida, el espacio. Te das cuenta de que vives en la ciudad, en un espacio reducido, en un piso y valoras, cuando vienes de vacaciones, el espacio que tienes en un pueblo, esa sensación de libertad que en la ciudad no tienes. Ahora, después de 10 años, vivo mejor, pero tengo que decir que las relaciones humanas son más intensas, casi como las familiares. Pero como en todas las familias hay desavenencias, notas a veces un ambiente hostil, de frustración de algunas personas que no soportan que tú vengas a vivir a un pueblo cuando ellos han estado deseando lo contrario y viven aquí por obligación; les molesta tu presencia porque es el reconocimiento de un fracaso. Y como no lo quieren reconocer pues te ponen pequeñas trabas; no te venden un pequeño trozo de tierra que necesitas para una huerta, tener un animal doméstico… es como si les quisieras quitar algo. Para que viniera más gente a los pueblos habría que facilitar la vivienda, abaratar los costes de instalación con viviendas en alquiler; también el trabajo, si hubiera trabajo vendría más gente o proyectos educativos, creo que el autoempleo también, profesionales o funcionarios que podrían trabajar desde el pueblo, por internet. No creo que sea posible que la gente joven, tal y como están las cosas, se pueda instalar en la agricultura o la ganadería por la inversión que hay que hacer; está todo muy controlado por los que están instalados que acaparan todo lo que sale a la venta y encarecen los precios que se hacen abusivos y desproporcionados, ni siquiera ser pastor es posible. Lo controlan todo, también los ayuntamientos que funcionan bajo sus intereses, las obras que se hacen o los servicios que se prestan y la gente o es muy mayor o no tiene fuerza para contrarrestar esa forma de funcionar, las ideas nuevas no llegan si no se apoyan por esas personas, se sienten agredidos, se ha perdido la armonía que yo veía en mis abuelos; creo que la gente que se ha quedado en realidad no quiere a su pueblo, defienden el derecho de que yo estaba aquí y como me he quedado, puedo hacer lo que me de la gana, con la ayuda del sistema político, que se parece más a un sistema feudal, que te hace sentirte desprotegida. Y las mujeres; no se las tiene en cuenta para las decisiones importantes, eso creo que también ha empobrecido a los pueblos, como se han ido las mujeres jóvenes y no ha habido renovación no hay asentamiento de población, no hay niños, no hay futuro `para estos pueblos. Hay mucha gente que quiere que le den trabajo pero aquí lo que necesitamos es gente que aporte, otra cosa es que te dejen o no te dejen…
Encuentro de nuevos vecinos celebrado hace un par de años en un pueblo de Cantabria. Foto: Álvaro Carrasco.
Rut Pérez, personal laboral de la Administración, 36 años, reside en un pueblo de 12 habitantes del que es presidenta de la Junta Vecinal .
En un momento de pérdida de trabajo en Valladolid decidí instalarme en una casa familiar, en un pueblo de tierra de campos de Palencia. El cambio de ser Rut a ser la hija de… la nieta de… la sobrina de… se hizo notar rápidamente. En aquel momento tenía una pareja que se dedicaba a la agricultura ecológica y la idea era instalarnos en su pueblo. Mientras pensaba en lo que iba a trabajar, el cómo, el dónde… salieron unas plazas para trabajar en la Administración Autonómica y me presenté. Saqué una de ellas y elegí Aguilar de Campoo como destino, a los cuatro meses me trasladé a Aguilar de Campo a vivir. Me trasladé aquí para no aumentar mi jornada laboral en dos horas diarias, en ganar más tranquilidad, en reducir el uso del coche, ser un poco más coherente con mis ideas ecofeministas. Los inicios fueron ilusionantes y duros, volvió otra vez la presión de “y tú de quién eres?”Poco a poco fui conociendo a gente de la zona y fui encontrando mi lugar. La asociación de mujeres por la Igualdad, los encuentros de nuevos pobladores/as, las relaciones interpersonales que se iban generando de la cotidianidad me hicieron construir una red social que hace posible que permanezca en este territorio. A los cuatro años decidí comprar una casa en un pueblo pedáneo de Aguilar. ¿Por qué allí? Pues porque lo que me gustaba en Aguilar me resultaba bastante caro, y quería una casa con un poco de terreno. Quería naturaleza. Encontré un lugar estupendo, rehabilité con la ayuda de mi padre una casa vieja y en la actualidad allí vivo, junto con dos perros y un gato. Me siento privilegiada de vivir donde vivo, de poder sentir el paso de las estaciones, de tocar la tierra todos los días, de disfrutar del silencio, de convivir con los animales del entorno…. En general no echo de menos lo que dejé en la ciudad pues si necesito algo o quiero algo de ella puedo ir, estamos a una hora aproximada de tres capitales como son Burgos, Palencia y Santander. En el pueblo en el que vivo ahora somos, entre la primavera y el puente de todos los Santos, menos de veinte personas. En el invierno nos quedamos cuatro, en cuatro casas. Al principio, cuando compré la casa los vecinos y vecinas sentían mucha curiosidad y me hacían muchas preguntas. ¿Pero de verdad que vas a vivir aquí?, ¿y todo el año?, ¿y tú sola?, ¿y no te da miedo?... etc. Les chocó enormemente que me instalara en este pequeño pueblo. Con el paso del tiempo vieron que era una persona normal y a pesar de las diferencias generacionales e ideológicas vamos conviviendo. A veces me tocó poner el punto sobre la i pues a algunos vecinos con eso de que soy de fuera pues parece que mi opinión no contaba. Algo que me ayudó es que al no ser nacida de aquí llegaba sin estar posicionada en conflictos ancestrales que se siguen arrastrando y perpetuando entre las familias. Hay mucho recelo en quién vendrá aquí, por ejemplo, tenemos dos construcciones municipales en desuso. Propuse que una de ellas la rehabilitáramos para poder ofrecerla en alquiler y todo el pueblo se sublevó… prefieren vivir entre ruinas y que el pueblo se quede sin gente. Visibilizar que es posible y que se vive bien en el mundo rural, apostar públicamente y políticamente por él, adaptando las medidas y las líneas de actuación a las peculiaridades de cada territorio. Replantearse el modelo de producción en el sector primario, ahora para dedicarte a trabajar en la agricultura o la ganadería se necesita de una fuerte inversión o lo heredas de tu familia. Creo que habría que plantear un modelo agroecológico en el que más hombres y mujeres puedan trabajar, ganarse un salario digno y produciendo alimentos de mayor calidad y estando en armonía con la Naturaleza. Uno de los grandes problemas es la vivienda, no hay vivienda en alquiler asequible, y al ser una zona hermosa la gente con poder adquisitivo se construye su segunda o tercera residencia. Esto encarece la vivienda, por ejemplo en mi pueblo no hay ninguna casa en venta en estos momentos y el 85% de las casas es de fines de semana o veraneo de familias ubicadas en distintas ciudades. Potenciar que las voces de todas las personas, las de siempre, las recién llegadas, las jóvenes, las mujeres, los hombres y los no tan jóvenes, tengan su espacio y su voz en las políticas locales. Incentivar la participación para que no se caiga en un caciquismo que por inercia sigue vigente y muy vivo hoy en día. Ilusionar, educar en la idea de generar riqueza en tu territorio ayudando las nuevas ideas, necesitamos gente diversa, creativa, innovadora que apueste por nuestros pueblos”.

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